La semilla

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2 min readNov 6, 2021

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Una semilla voladora giraba y giraba impulsada por el viento. Por la velocidad y la decisión con la que cruzaba por delante de mis ojos, parecía que se moviera a voluntad.

Yo, con menos voluntad, miraba absorta su movimiento ondulante. Hasta que el viento quiso dejar claro quién mandaba y decidió hacerla aterrizar bruscamente en el suelo pedregoso de ese triste parque austriaco sin niños donde yo estaba sentada.

Sin un trabajo, sin saber por dónde empezar y en un país extraño. Pensé que las fuerzas que dirigían mi vida no distaban mucho de esos soplos de aire que acabaron con el vuelo de la desdichada semilla como si de una marioneta se tratara, sepultando mi existencia en aquel suelo donde quién sabe si podría germinar algún día.

Miraba el transcurrir de la vida de los otros como se mira desde la cima de una montaña. Igual que hormiguitas en fila, decididos y con un claro propósito, todos se despertaban pronto, se iban a trabajar, y después, ya al atardecer, volvían a casa, se relajaban y se preparaban para volver a empezar. El mundo les requería, y eso les hacía sentir parte de algo. Yo, en cambio, seguía mirándolos desde allí arriba como una mera observadora, esperando expectante el fin de su jornada para darle un sentido a la mía.

Iban pasando ante mí los días, las noches, los encuentros con la administración y las visitas a la oficina de empleo, y siempre me acompañaba esa pesada sensación de intentar subir a un tren en marcha.

Octubre iba acortando más y más los días con su implacable tijera. La ilusión por comenzar algo nuevo se diluía en los charcos de los parques y mi ánimo se iba hundiendo entre más capas de ropa según se acercaba noviembre. ¿Cómo había acabado allí? Solo me dejé llevar. Vine arrastrada por él y me iría de allí de igual manera. Tampoco tenía otra opción mejor, así que no tenía mucho que perder, decía él. Ahora que ya estaba allí solamente podía mirar hacia delante. Nada más debía aprender a amar el lugar al que el viento me había traído, con mi voluntad o sin ella. Debía estar agradecida. Quería ser buena.

Foto de Erick Ferreira en Pexels

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Written by npq

¿Qué razón hay para estar siempre clamando contra las pasiones? ¿No son las pasiones acaso lo único hermoso que existe sobre la faz de la tierra?

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